martes, 16 de junio de 2015

"Soy una persona privada de libertad, pero sobretodo soy un ser humano"

Tiene su mirada fija hacia el horizonte, sus manos entrelazadas. Confiado y fortalecido, de voz firme como sus convicciones, cabello largo y obscuro, espesa barba y estatura media, de 30 años de edad y orgulloso padre de un niño y una niña, es 'Lucas', uno de los 80 internos del Centro de Rehabilitación Social de Azogues, en la provincia de Cañar.
 
 

Su celda, una extensión de su personalidad, limpia y llena de libros, pues halló en la lectura una herramienta rehabilitadora y en el CRS un medio para recuperar su vida. "Estando aquí se ganó la verdadera rehabilitación, he superado mi mayor prisión, el alcohol, ahora estoy limpio", asegura orgulloso de su logro.

Cuenta que en el centro penitenciario ha descubierto varios talentos antes ocultos. "Siempre me gustó la música, pero estando aquí aprendí a tocar guitarra, ahora estoy aprendiendo a cantar. Hace tres meses conformamos un grupo musical, y ahí los compañeros hemos ido descubriendo nuevas habilidades y creando nuevos sueños, porque estar aquí no nos impide plantearnos nuevas aspiraciones". 


 
Reconoce y agradece el esfuerzo gubernamental enfocado en transformar el sistema penitenciario, pero destaca que para consolidar una efectiva rehabilitación hace falta además el apoyo familiar de cada interno, la no estigmatización de la sociedad y sobretodo, la voluntad de cada PPL.

"Rehabilitarse es una realidad, es difícil, es una lucha, un esfuerzo diario, pero con el apoyo de las autoridades y la decisión de cada uno recuperar nuestras vidas si es posible, pues la rehabilitación no sólo depende del CRS, está en uno mismo".

Su mayor expresión la transmite a través de su piel marcada por la tinta. Un ave fénix resurge día a día en su brazo derecho, símbolo de fuerza, de purificación, de inmortalidad y de renacimiento físico y espiritual. "Aquí recuperé mi vida, aquí volví a nacer", afirma mientras cubre su tatuaje tribal.

Lucas y sus compañeros de pabellón consideran que la sana convivencia es vital para sus procesos de rehabilitación, por ello procuran generar actividades que aporten y fortalezcan sus vínculos.

"Son pequeños detalles que nos unen, una olla de café en el centro del pabellón, como pretexto para compartir, un día alguien pone el pan, otro prepara el café y alguien más inicia cualquier conversación, somos una familia que busca un mismo objetivo, superar este momento y salir fortalecidos en busca de una segunda oportunidad".
 
 

"Cometimos errores, causamos dolor, por eso estamos aquí, somos personas privadas de libertad, pero sobretodo somos seres humanos y nos merecemos esa segunda oportunidad", concluye Lucas, quien anhela reencontrarse con sus hijos y hallar el perdón de sus errores.

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