viernes, 4 de marzo de 2016

“Una mujer es capaz de cumplir cualquier rol, el género jamás será un impedimento cuando se tienen las metas y los objetivos bien definidos”

Mujer de temple firme y corazón abierto, dos características que parecerían fusionarse en una bipolaridad, es lo que ha caracterizado la labor ejercida por Alejandra Salazar Jiménez, funcionaria del Centro de Rehabilitación Social (CRS) Regional Cotopaxi.

 
El 1 de julio de 2014 fue contratada para laborar como psicóloga clínica en la etapa de atención prioritaria. Su trabajo se enfocó en realizar informes de su área y organizar talleres para las personas privadas de libertad (PPL).

“Recuerdo que en ese entonces, la mayoría de la población era de la tercera edad, por lo que mis talleres iban enfocados hacia ese sector vulnerable para mejorar las funciones cognitivas de cada uno de ellos”, expresa Alejandra.

Coordinación de etapas en el CRS Cotopaxi

Al poco tiempo, asumió la coordinación de la etapa de atención prioritaria en donde su trabajo se enfocó en defender el derecho del acceso a la salud que tienen las personas privadas de libertad.

Programar salidas médicas, entregar fármacos, controlar a los pacientes psiquiátricos, eran algunas de las actividades que cumplía conjuntamente con el Ministerio de Salud que presta sus servicios en este centro penitenciario.

Luego de haber cumplido seis meses de trabajo, su vida tanto como profesional y como mujer cambió; pues en enero de 2015, nuevos retos la esperaban en el CRS Cotopaxi.

Alejandra fue designada como coordinadora de la etapa de mínima seguridad, función que demandaba una mayor responsabilidad, debido a la cantidad de internos que estarían a su cargo.

“En un centro penitenciario siempre existirán personas que verdaderamente desean rehabilitarse, mientras que pequeños grupos tratarán de imponer el desorden y violentar la seguridad con la que se cuenta”, afirma.

Es así que tuvo que afrontar varias riñas, que en ese entonces, se ocasionaban entre internos que no compartían la misma ideología. “Ahí comprendí que mi responsabilidad de trabajar en áreas tan sensibles, siempre debía ser mayor a lo que uno se propone”.

Su reacción siempre fue oportuna, ya que al suscitarse este tipo de inconvenientes solicitaba la intervención inmediata del grupo de reacción tanto de la Policía Nacional como del Cuerpo de Seguridad Penitenciaria, con la finalidad de evitar que la situación se desemboque en problemas mayores y se pueda precautelar la integridad de las PPL.



¿La etapa de máxima seguridad coordinada por una mujer?


“Una mujer no podrá coordinar la etapa de máxima seguridad”, “al poco tiempo renunciarás”, “el puesto te quedará grande”, fueron algunas de las palabras que escuchaba Alejandra cuando se le entregó la disposición de que se encargue de la coordinación de esta etapa.

“Nada me queda grande”, fue lo que se repetía internamente esta joven mujer, que cada vez se preparaba para asumir nuevas metas, siempre apegadas a las normas y al Modelo de Gestión Penitenciaria del Ministerio de Justicia, Derechos Humanos y Cultos.

En septiembre de 2015, ejecutó proyectos, programas y actividades de acuerdo al régimen interno de cada pabellón.

Edison C., interno, dice que “la coordinadora se ganó el respeto de todos nosotros, porque no hace falta tener fuerza para controlar una etapa, sino que debe escucharnos y ayudarnos a cumplir con nuestros planes de vida dentro de este centro”.

Conformó nuevos equipos de trabajo y motivó a los internos a inscribirse en los distintos talleres que aportarían a su rehabilitación y posterior reinserción a la sociedad.

Entre risas cuenta que “pensé que pronto llegaría un hombre a asumir este rol y yo sería reubicada, pero con el pasar de los días me centré en mi trabajo y comprendí que el ser mujer no me imposibilitaba para ejercer esta función”.

Conato de amotinamiento en la etapa de máxima seguridad (Testimonio)


La mañana del 10 de septiembre de 2015, aparentemente todo se desarrollaba con normalidad. Ingresé a los pabellones a organizar, ejecutar y supervisar el cumplimiento de todas las actividades que realizan las personas privadas de libertad.

Ese día, un interno tuvo complicaciones en su salud, por lo que lo trasladamos hasta el dispensario médico para que sea atendido. Al momento en el que quise salir del sitio, un grupo de personas estaban cubiertos sus rostros e intentaron generar desorden en la etapa de máxima seguridad.

Toda mi vida pasó por mi mente en cuestión de segundos, debido a que los internos lograron someter al personal de seguridad y por un tiempo tenían el control de esta etapa.

Fue un día de presión constante, pese a aquello, no desmayé en mis funciones. Una PPL necesitaba ser atendida en una casa de salud, por lo que en medio del problema que se afrontaba, pude salir con el enfermo hasta donde se encontraba la ambulancia.

Horas después, con la intervención de grupos especiales de la Policía Nacional y de la ministra Ledy Zúñiga se controló el desorden que se suscitó y se pudo identificar a las personas que participaron en estos hechos, mismos que fueron sancionados acorde a lo que establece la ley.

Al siguiente día, la colaboración de mis compañeros de la Unidad Administrativa fue aún mayor que en días anteriores. Mi alma se fortaleció porque en mi interior supe que las cosas estuvieron bien hechas.

“Una mujer es capaz de cumplir cualquier rol, el género jamás será un impedimento cuando se tienen las metas y los objetivos bien definidos”.

Se tienen que dejar de lado las “etiquetas sociales”, porque todos somos iguales y nuestros derechos están intactos. Solo así es como se gana el respeto mutuo.


Nuevo reto: Coordinación de la etapa de mujeres  

 En febrero de 2016, Alejandra tuvo una nueva noticia que más allá de ser otro reto profesional, se convirtió en un “reto personal”. Desde ese mes asumió la coordinación de la etapa de mujeres. “La noticia de este cambio me dejó sin palabras, sentí que por mi carácter no iba a poder mantener una conversación fluida con las mujeres; pero no desmayé y supe que era el pretexto ideal para enfrentarme a mí misma”. 


El trabajo continúa, siempre sujetos a cumplir con lo establecido en el Modelo de Gestión Penitenciaria y ajustándose a los protocolos de seguridad. “Porque ser coordinadora de etapa es un reto para trabajar y aportar a la rehabilitación de las personas privadas de libertad”, afirma.

Reflexiones de su ámbito profesional


•    Las personas privadas de libertad solían decir que nosotros los funcionarios somos un poco del mundo externo, algo que ellos perdieron por los errores del pasado.


•    El trabajar en un centro penitenciario nos ayuda a reflexionar sobre lo que realmente es la vida, a tratar de comprender cómo hubiera sido el destino de cada interno si alguien los hubiese ayudado antes.


•    En el CRS Cotopaxi solemos olvidar el delito por el cual están detenidas las personas, pues muchas de ellas han sufrido ausencias familias, educativas, laborales o de salud que han ocasionado que quebranten la ley; sin embargo aquí todos somos seres humanos con deberes y derechos. 






0 comentarios:

Publicar un comentario