A las 04:00 Mónica se levanta a preparar el desayuno y arreglar a sus tres hijas. Dos van a la escuela y Dayana, de cuatro años se queda en casa al cuidado de una vecina. Mientras, se alista y se coloca su uniforme: camiseta negra, pantalón tipo camuflaje, botas negras y una chompa negra, sus hijas la esperan para pedirle su bendición y despedirse.
Actualmente el Cuerpo de Seguridad Penitenciaria está conformado por aproximadamente 1300 personas, de ellas, cerca de 500 son mujeres.
Mónica cuenta que apenas toma un poco de café y va a la parada de los buses dónde toma una unidad que le lleva hasta El Inca, sector del norte de Quito dónde está ubicado el Centro de Detención Provisional (CDP).
A las 06:45 se junta con sus compañeros quienes forman y esperan las instrucciones del jefe de los agentes de Seguridad Penitenciaria (ASP) del CDP para su designación al área correspondiente.
El 19 de febrero le pusieron a cargo del pabellón de contraventores. Enseguida les tomó lista, revisó las celdas y empezó su jornada. Mónica en su mano derecha sostiene una llave que abre el candado de la puerta principal del pabellón.
La puerta se abre una y otra vez el ruido del candado y la llave se combinan con el barullo de los contraventores. Algunos piden autorización para entrevistarse con su abogado, otros reciben la visita de un familiar, mientras que otros van a chequeos médicos, en todo momento Mónica está atenta y registra cada una de las salidas en el libro de novedades.
Al otro extremo, en otro pabellón, aparece la ASP Alba Toaquiza. Camina despacio y procura no agitarse, tiene siete meses de embarazo. “Mi estado no es impedimento para cumplir con las tareas que se me asignan”, asegura.
Con una sonrisa recuerda que su familia le previno cuando mostró su intención de hacer el curso de ASP. “Me decían que era peligroso, dude pero después tomé la decisión y aquí estoy”.
Apenas cruza la puerta de ingreso del CDP su actitud cambia, tiene que mostrar firmeza. No está de acuerdo en que se estigmatice el desempeño de la mujer en este trabajo. “En ocasiones hacen comentarios inadecuados; pero nosotras estamos entrenadas para hacer nuestras tareas, es nuestra responsabilidad”.
En eso concuerda Mónica, quien ha desempeñado sus labores de seguridad penitenciaria desde hace 22. Entre broma y en serio dice que en ocasiones hace de ‘psicóloga’ para dar ánimos a los contraventores y evitar conflictos entre ellos.. “Antes era más complicado ahora se nota un cambio”, afirma Mónica
Ambas concluyeron la jornada y retornaron a sus casas. Mónica quería compartir con sus tres pequeñas. “Gracias a mi trabajo mantengo a mis niñas y lo haré siempre”.
Mientras que Alba quien además del trabajo diario que desempeña como agente penitenciaria estudia una licenciatura en Comunicación Social, en la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL). En su hogar le esperaban las tareas académicas y la ilusión que en dos meses alumbrará a su primera hija.
Datos:
En el CDP de El Inca hay 58 ASP de ese grupo 38 son mujeres.
De los 475 aspirantes a técnicos en Seguridad Penitenciaria, que desde diciembre del 2015 se preparan académicamente en la primera Escuela de Formación Penitenciaria del Ecuador, 235 son hombres mientras que 240 son mujeres.
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